. Tras una pelea.

Escupió por enésima vez en el lavamanos de uno de los baños menos concurridos del recinto Esta vez su saliva ya no estaba impregnada del líquido carmesí de su sangre. Parecía al menos que la herida interna de algún lugar de su cavidad bucal había sanado. No obstante, sus manos prosiguieron aferradas al borde del mármol, asegurando el equilibrio de su propio cuerpo.

No se molestó en mirar el espejo, pues le devolvería una demacrada e indeseable imagen de si mismo. Su cabello estaba embadurnado en una mezcla de barro y sudor, sus pómulos tenían el mismo aspecto añadiéndose, además, unas rojizas marcas que contorneaban su piel, fruto de unos mal intencionados puñetazos. Su ropa no presentaba mejor aspecto y es que la camisa del uniforme prácticamente se abría en jirones deformados, mostrando prácticamente de manera íntegra su torso entero.

La pelea había sido mal vista por los profesores y por ello, en medio de tan dichosa disputa, ambos bandos salieron disparados dentro del centro. Muchos años llevaba ya en éste, tantos que se conocía los lugares mas recónditos y por tanto, los mejores escondites del lugar. Allí al menos se aseguraría de no ser pillado (por ende, sancionado) y mientras hacía tiempo podía ir limpiándose las evidencias de la pelea para más tarde, no ser reclamado por lo mismo; El plan de cada día.

Un sonido no muy lejano a su posición le hizo dar media vuelta con tal rudeza que fue cómo todo un animal furtivo en busca de la victima que podía oler pero aún no ver; Alguien venía.

Y fuera quién fuese, había condenado su suerte. No estaba de humor para visitas sin concertar.

El muchacho de ojos color ambar, paseaba por las zonas menos concurridas, como le era común y rutinario, ya que entre más alejado de personas, mejor era para él.

Suplicaba el no encontrarse con algún compañero o alguien conocido, ya que hablar fuese con quien fuese, era una de las cosas que más detestaba. Por éste mismo motivo, su vista hiba fija en el suelo, para así al menos tener de justifiación que "no hiba mirando al frente".
Escuchó unas voces familiares, las cuales procedían de un grupo de jovencitas. Sus orejas se levantaron como si se tratase de un radar, y un suave escalofrío recorrío su cuerpo. Eran compañeras de su clase, justo del grupo de las más "parlanchinas". Sabía que si se quedaba allí hiba a ser victima del acoso de palabras del grupito, por lo cual se escondío en el primer lugar que sus ojos encontraron; El baño.

Ingresó con sumo sigilio, igual a como si fuese un espía. Su cuerpo hiba en retroceso, ya que su mirada estaba dirigida al grupo de niñas, sólo para ver si éstas se habían percatado de su presencia.

Conocía de antes aquél baño, era al cual él siempre concurría, ya que sabía que era uno de los más apartados y menos conocido por los estudiantes.

Continuó retrocediendo, sin si quiera tener la precaución de percatarse si había algo o alguien atrás, y así mismo, fue como chocó con ese "algo". Su cuerpo se sobresaltó de inmediato, dando un gran brinco, al tiempo que sus orejas y su cola se erizaban. Tragó débil saliva, y se giró con bastante cuidado, topandose así con unos ojos grises, que le infundieron algo de temor...

- L-Lo si-siento... N-No me dí cu-cuenta... -Se disculpó de inmediato en un tenue susurro, agachando su vista y dejando caer nuevamente el flequillo sobre sus ojos.

Hizo intento de retroceder, pero sus pies no se movían, en ese instante, casi ninguna parte de su cuerpo reaccionaba.

Se quedó mirando aquella figura débil y compungida que caminaba de espaldas a él. Sus orejas y cola indicaban lo evidente; Estaba alerta a algo que no él, ahora por ahora, no podía saber. Afiló sus parpados hasta que su mirada quedó con cierto aire desafiante que no se molestó en ocultar. Aun que ése gato pareciese confundido e incluso perdido... Estaba en "su lugar" de la escuela. Por ende, no era más que un intruso que se atrevía a entrar en su territorio. Posesivo con sus cosas no admitiría una falta así de respeto. Su puño derecho se cerró lentamente, dejando los nudillos tensos y preparados para arremeter, no obstante, cuando la espalda del pequeño impactó contra su torso en vez de arremeter contra esa figura, empujarle o retorcerle un brazo, le sujeto por los hombros cómo si se tratase de la pieza más valiosa de un museo.

Se sorprendió a si mismo cuando actuó de esa manera, pero poco duró su ensimismamiento. Cuando escuchó la temblorosa voz de aquel intruso arremetió contra él a modo de un certero empujón pero se arrepintió tan buen punto vio cómo ése cuerpo se erizaba cómo el gato que era.

Hizo un mohín de disgusto cuando escuchó la azorada disculpa por parte de ése. Su mirada, aún tan amenazante cómo anteriormente se fijó en ése trémulo e inocente cuerpo. Pero dónde se postuló fue en aquellas orejas que mostraban pureza y no pudo evitar soltar un despectivo sonido quedo. - Tsk... - Vagó por primera vez los ojos en dirección a esa tímida figura. El gesto de su cabeza le impedía, por culpa del cabello, verle los ojos, algo que le incomodó en demasía.

Lentamente, pero, llevó una mano en dirección a esa semi-inclinada cabeza y apoyó el dedo índice sobre la poblada frente ajena y de ése modo le obligó a echar la cabeza hacía atrás para que así aquella ambarina mirada se cruzase con la propia, tan impersonal y fría cómo siempre.

- Vaya, vaya... - Sonrió con afán perverso y ése dedo dejó de postrarse sobre su frente, dándole unos efímeros y "cariñosos" golpecitos.

El temeroso muchacho, al sentir el dedo del otro induviduo sobre su frente, presientió que ese hiba a ser su "fin", y por acto reflejo cerró sus ojos con fuerza, más se sorprendió cuando sintió que le inclinaba su cabeza hacía atrás, obligandole a ver a sus ojos, y de mismo modo, abrió los suyos con algo de extrañeza. Mayor aún fue su sopresa, al resivir por parte del otro, solo un par de que suaves golpesitos.

Le quedó observando a sus ojos por largo tramo, denotando ingenuidad en su mirar. No comprendía muy bien el porque de la reacción del peliplateado, siendo que los ojos de éste se mostraban bastante fríos, no le golpeó como pensó que lo haría.

Su ágil mirada se paseó desde el lavamanos, hasta volver a él. Abrió sus ojos de par en par al notar la sangre derramada en el trayecto que llevó su contemplación. Fijó su vista más aún en los labios rotos del chico, por donde se podía apreciar que antes había escurrido sangre.

- Nee... ¿Estás bien? -Preguntó de una sin rodeos, arrepintiendose de inmediato por haber soltado aquella interrogante así sin más.

Trató de liberarse de su mirada, desviandola hacía diversos puntos del baño, pero aún así volvía hasta los ojos fríos y grisaseos del jóven. Tragó un poco de saliva, y apretó suave una de sus manos hecha puño. Su cuerpo temblaba por completo, mientras un sudor frío recorría su frente.

Frunció ligeramente las cejas cuando corroboró cómo el asustadizo muchacho era por demás, un gato con los sentidos alerta. Pudiera ser que él fuera un matón en todas las letras, pero jamás dañaría a uno de los puros, no era su estilo. Estos por lo general eran los más vulnerables... No eran, para nada, divertidos en una pelea.

Cuando la ambarina mirada de su compañero se fijó allí dónde le dolía no pudo más que hacer un ligero gesto sorprendido. En ningún momento se esperó una reacción de ése calibre por parte del desconocido. Automáticamente, alzó la mano con la que había estado incordiándole con los golpecitos y se cubrió la herida con la contrapalma de la mano, restregándose la piel contra la zona herida a modo de limpiarse lo que restase allí de sangre.

Él también desvió la mirada al unísono del esquivo y asustadizo gato, haciendo claro gesto de indiferente en referencia al golpe presentado en su partido labio. – Sí. – Respondió seco y tajante, no entrando en detalles que pudieran inculparle de cualquier hecho del centro.

Más, no pudo evitar mirar en dirección hacía esos pequeños dedos cerrados en un débil puño y fue cuando se dignó a alzar nuevamente su mirada llena de ése peculiar odio, esta vez, acentuando más el nerviosismo propio. – Oye, tu, que no te voy a hacer nada. – Dio un paso hacía él, acortando con ello la distancia interpuesta entre ambos.

Al pequeño neko le alivió el haber resivido aquella respuesta afirmativa a su pregunta, ya que aunque no le gustase relacionarse con desconocidos, de igual modo se preocupaba siempre de los demás.

Luego notó como la mirada grisasea del otro se posaba en su mano hecha puño, al tiempo que le otorgaba unas palabras para "tranquilizarlo", y al igual que acortaba la distancia entre ambos, colocandose automaticamente más nervioso, aunque ya no era tanto por el miedo.

- A-Ah... -Trató de sacar la voz, pero sentía como un nudo en la garganta le oprimía las palabras.- E-Está... Bi-Bien... -Respondió en un susurro, sin poder quitar sus ojos ambarinos de los inexpresivos, y cargados de odio, del jóven.

Quería moverse de allí, le tenía demasiado cerca y no estaba acostumbrado a eso, más no podía hacer movimiento alguno con ninguna de sus extremidades, hasta su cola permanecía quieta y sin tener intenciones de agitarse. Su respiración se hallaba entrecortada, su pulso acelerado y sentía como toda su sangre viajaba a mayor velocidad, llegando hasta su cálido rostro, en donde comenzaba a florecer un pequeño rubor producto de los nervios.

Era cuan demás divertido observar los tímidos y sin lugar a dudas avergonzados gestos que hacía el desconocido. Claro, captó enseguida el rubor que se generó en las blanquecinas mejillas contrarias cuando únicamente acortó un paso entre la distancia interpuesta entre ambos y la antes mueca de sus labios se tornó la más dulce sonrisa.

Pudiera ser que sus labios mostrasen dicha mueca, pero realmente en sus ojos seguía grabado el resentimiento y odio, no hacía él en concreto, si no, por raro que pareciera... Hacía todo. Lo sabía, estaba petrificado. Los alumnos puros de la escuela eran los más absurdos a la hora de verlos batallar, pero en cuanto a molestarlos, podían tornarse los más divertidos y más solicitados.

Avanzó ahora con aires galanes a la vez que rudimentarios y prácticamente obligó a la figura del más bajo a retroceder conforme él avanzaba. Cuando creyó que podía llegar, su mano derecha se enervó y pasando cerca de una de las mejillas del otro, postró la palma contra la pared que el de mirar ambarino tenía a sus espaldas, quedando en una posición intimidante para el puro, excitante para si mismo.

Inclinó el rostro hacía delante rompiendo así con la barrera de espacio personal que quizás debería haber dejado intacto, no obstante, el brillo de esos ojos estaban explicándole demasiado...: Dudas. Las tenía por doquier. Y eso sólo lo convertía en un manipulable juguete.

El más bajito ya estaba cohíbido desde que aquella mirada le posaba sobre la suya, pero cada vez aumentaba más su nerviosismo al acercarsele tanto, huyendo en retroceso a la par con las pisadas del peliplateado, hasta que ya no pudo llegar más atrás... Su espalda estaba contra la fría pared del baño, mientras el brazo del jóven pasaba rozando su mejilla, hasta llegar con la palma hasta la misma, acortando a su vez el breve espacio que les quedaba. Ahora sin esa brecha de distancia, podía hasta sentir la respiración del individuo, y supuso que la suya también esa sentida por el otro.

- U-Uh... -Trató de formular alguna palabra, más no pudo y sólo soltó un pequeño sonido, que más parecía un quejido.

Sus palpitaciones se aceleraron más aún y la sangre que corría por sus venas paseaba cáliente por su cuerpo. Sus mejillas poseían un notorio rojo carmesí, el cual resaltava en su nívea piel.

Pasó largos segundos con sus ojos ambarinos sobre los del más alto, y que por más que éstos reflejaran odio y resentimiento, había algo en ellos que le tenían como hipnotizado. Finalmente notó que le miraba demasiado, pero... ¿Por qué?. Agachó su vista, llevandola hasta las valdosas del suelo, al tiempo que respiraba bastante agitado, tratando de controlar su acelerado pulso, el cual le traicionaba aumentando sus nervios.

No podía evitarlo. Oh, sí. Muchos gatitos de la escuela habían sido ya víctima de sus ostentosas bromas, sin embargo y sin razón lógica, aquello no era una broma. No estallaría en carcajadas ni retrocedería. ¿Para que hacerlo cuando había llegado ya ten lejos?.

Su agitado aliento impactándole contra el rostro no le produjo sensación alguna, ciertamente, repudiaba el contacto físico, pero... Pero no con él. Sus dedos se tensaron débilmente en las baldosas que cubrían la pared del baño cómo si estuviese reprimiendo su ira. No entendía, y si no entendía, se sentía tan vulnerable cómo rabioso.

Se perdió en esos ojos que estaban hablándole sin el uso de la lengua verbal, aunque en un pestañeo, los del puro estaban apuntando nuevamente hacía abajo. Chasqueó la lengua, inconforme con el gesto y haciéndoselo saber con ése simple sonido.

Sin parecer galán, sin demostrar ternura ni andarse con los rodeos previos, su mano libre se alzó hasta que tres de sus dedos tomaron el mentón del más bajo e hizo que su rostro mirase nuevamente en su dirección, volvió a hacer uso de su rudeza pero en éste caso se aseguro de que la nuca de su acompañante no impactase contra el muro.

Un nombre apareció en su momento sin sentido aparente haciéndole sentir una punzada en la cabeza y eso fue suficiente para que sus dedos tomasen con aún más fuerza la quijada ajena. - ¿Quién eres, mocoso...? – El dolor le hizo arrastrar las palabras, que sonaron frías, frías cómo el mismísimo hielo.

Sintió los dedos del otro posados en su mentón y así elevandole, obligando nuevamente a verle a los ojos que tanto le hipnotizaban.

Al formular aquella pregunta, con un bozarrón tan frío, el pequeño sintió como un escalofrío paseaba por todo su cuerpo. No sabía exactamente que responderle, pues... ¿Qué podía decir con su voz temblorosa? Sí si quiera podía sacar la voz.

Apretó sus ojos con fuerza, como si se estuviese tratando de zafar del chico, más no se movío ni un centímetro ¿En verdad se quería mover de allí? ¿Por qué su cuerpo no respondía a sus mandatos?

Finalmente optó por aclarar sus voz, volviendo a verle a los ojos con inocencia, ya se estaba volviendo un vicio mirarle tanto.- M-Me llamo... Ha-Haru, Haru Fujiwara... -Respondió en un susurro, mientras sus ojos permanecían fijos en los del otro indiviuo.- N-No fue mi in-intención molestarte... So-Solo me estaba es-escondiendo... -Agregó casi en un susurro indaudible, aunque por la escasés de distancia, era lógico que de igual modo escucharía. Su voz no dejaba de quebrarse, y el rubor aún no quería desprenderse de sus blanquesinas mejillas.

Lo observó detalladamente, cómo si no fuera más que un extraño pasatiempo de laboratorio. Sus gestos, sus temblores, los claros dejes de timidez que el cuerpo ajeno trataba de omitir... Todo. Intentaba memorizarlo todo. No tenía razón u motivo para hacerlo, pero algo en él le obligaba a permanecer aleta a ése total desconocido que de algún modo ya conocía.

- Haru. – Repitió, alargó las consonantes, las vocales. No. Ése nombre no le hacía sentir el cosquilleo que creía. - ... Fujiwara. – Tampoco. Quizás, después de todo, sólo se trataba de un chico cómo todos; Un alumno puro. Uno que por primera vez en años había llamado su atención.

Los dedos con los que hasta ahora había estado sujetándole el mentón soltaron con abrumadora habilidad el mismo cuando supo que permanecería viéndole a los ojos y automáticamente, su dedo pulgar se postuló en el labio inferior contrario, haciendo una suave pero a su vez firme presión sobre éste. Con sus luceros observó el movimiento del labio al ceder bajo la presión del dedo y una nueva sonrisa apareció en su semblante. Esa piel era tierna, accesible, primeriza y temblorosa.

- No escapes. Aquí no te pasará nada. – No se refería exactamente a que no escapase de él, si no de aquello por lo que había estado huyendo. Allí, bajo su tutela, nadie se atrevería a ponerle un dedo encima. Algo irónico, después de todo. Pues él si tenía un dedo sobre él.

El dígito propio se relajó tras su propia frase pero pronto volvió a rozar esta vez con toda la yema la extensión del mismo y desprotegido labio.

La presión de su dedo contra el labio del peliazabache, provocaba en éste último una extraña sensación, como una especie de shock electrico, pero muchisimo más suave y sutil...

Ante las últimas palabras del mayor, sintió una especie de alivo, aunque al mismo tiempo no comprendía ¿Por qué ya no tenía miedo, si el desconocido que tenía en frente parecía igual o más peligroso de lo que huía?

- Gra-Gracias... -Se limitó a decir, aumentando el sonrojo de sus mejillas. Ni el mismo sabía de que estaba agradecido, para que había utilizado aquella palabra, si el peliplateado hasta el momento no había hecho nada como para merecercelas, de hecho hasta había sido todo lo contrario. Pero de igual modo, una sutil sonrisa se dibujo en sus labios.

- E-Etto... ¿Có-Cómo te llamas...? -Se aventuró a preguntar, con su típica voz suave y apaciguada. Mientras poco a poco su colca comenzaba a moverse de forma delicada sobre el suelo, y sus orejas cambiaban de posisión levemente, flectandose un tanto hacía abajo, y denotandose así su ingenuidad e inocencia.

¿Gracias?. Procesó el agradecimiento de manera mental, pero no encontraba nada que pudiera hacerle referencia, quizás se sentía agradecido de esa amenaza por la que había estado escapando; Sí. Seguramente se trataba de eso. De todos modos, tampoco iba a preguntar al respecto.

Distraído en su propia visión, observó el contoneo de la yema de su pulgar. Dado el cambio de mueca en la boca del menor, su dedo ahora se preocupó de perfilar la sonrisa con ése dígito, guardando en la memoria la forma y textura de la misma. Sería por demás, uno de los más preciados recuerdos que llevaría consigo. ¿Razones?. No las tenía ni le importaba.

- Aido. – Seco y tajante, cómo era costumbre. Ése chico estaba robándole toda, absolutamente toda su atención. Abandonó su mirada el movimiento de los labios contrarios justo en el momento del movimiento de esas felinas orejas y se tentó en hacerse hacía adelante para...

No. No se tentó. Lo hizo. Su cuerpo se movió hacía adelante pero la clara diferencia de estaturas era más que latente, por lo que no tuvo más que dirigir su rostro hacía las orejas gatunas del puro y que su boca hiciese lo oportuno. Lamió de manera superficial el extraño pelaje de la derecha, degustando aquello que a él le fue arrebatado. Fue un mero movimiento del músculo húmedo que abarcó toda la extensión de la misma, pero tal cómo comenzó, terminó.

Cauto y cómo si nada hubiera pasado, volvió a mirar al rostro de quién apenas conocía el nombre... Y ahora, también, el sabor de su castidad.

Al menos ahora sabía el nombre del chico, más seguía siendo un completo desconocido... Un completo desconocido que ahora se había acercado más aún a él, dejandolo sin posibilidades si quiera de escapar. Sintió como algo humedo se paseaba por una de sus orejas, dedujo de inmediato que era su lengua. Desconocía las razones del otro como para estar realizando tal acto, más de algún modo, le había producido una sensación un tanto... ¿Placentera?. No estaba seguro si lo que hacía o pensaba era lo correcto, cualquiera le hubiese visto de enfermo al peliplateado, pero en lo personal, a él no le producía ni repugnancia ni temor... Sencillamente era algo nuevo, algo que le estaba produciendo el más alto, y de lo cual nunca había sentido.

Al percibir como aquél contornido cuerpo se alejaba levemente de sí, le dieron impulsos de volver a tenerle tan cerca, pero de inmediato se arrepintió de sus pensamientos. ¿Qué era lo que realmente quería?

Le quedó contemplando por largos minutos a sus ojos, con un abundante silencio ronando en el lugar. No sabía que hacer, decir o pensar. Solamente sabía que podría tener posibilidades de huir, sin embargo, no era lo que quería.

- Nee... ¿Por qué... estabas...? -Preguntó a medias, refiriendose claramente al porque estaba en ese baño, pero por sobre todo, para indagar el porque de aquellos golpes.

De inmediato se arrepintió de haber tratado de formular aquella pregunta. Que le importaba un completo desconocido, si quiera conversaba con sus compañeros de clases, y ahora le andaba haciendo preguntas a un chico que conocía hacía menos de 15 minutos.

Bajó sus orejas, como quien gato arrepentido, al igual que su cola se escondió entre sus piernas y sus manos temblorosas se juntaban entre sí; entrelazandose.

- Lo... Lo lamento... N-No e-estas obligado a... A contestar... Ig-Ignora la pre-pregunta... -Le pidió sin mirarle mucho a los ojos, y utilizando un tono de voz bastante aterciopelado.

El hecho de que no mentase lo recién ocurrido o de no notar temor en el gato le hizo sentirse extrañamente seguro. Cuantos no habrían escapado ya de esos impulsos suyos?. Quizás unos hubiesen llorado, otros salido corriendo. Él no. Haru permaneció atrapado en la red formada por su brazo cómo si no le importase aquello. Algo digno de admirar.

La pregunta le hizo alzar una ceja, era un chico curioso. No sólo había soportado aquel inicio de acoso por su parte sino que ahora hacía claro halago de curiosidad aún y cuando sabía que podía llevarse una negativa. Comprobó enseguida que la curiosidad del gato fue aplacada por su sentido común y cuando vio su comportamiento azorado, no pudo evitar soltar una sinuosa risa.

- Tampoco iba a responder, gatito. – Eso sería ponerle de cómplice en el secreto de la clandestina pelea del centro, no. Ése niño no sería la comidilla de nadie. Era demasiado vulnerable para serlo.

Volvió a presionar con su dedo el labio inferior del apenas recién conocido y le obligó a abrir ligeramente los labios, pero esta vez, sus ojos yacían adheridos a la mirada que le enfocaba únicamente a él. Su dígito se paseó una vez más por la forma de ése labio y su rostro se fue inclinando hacía él. – Corre. Largate. Haz algo o... - ¿Qué mierda estaba sucediendo? Demasiadas sensaciones. Demasiadas. El temor a dañarle y las ganas de poseerle, el deseo de explicárselo todo y escuchar cuanto dijera.

No, era albo absurdo. Él... jamás!

Al escuchar las últimas palabras del peliplateado, los ojos ambarinos del pequeño fueron etreabiertos más de lo común. La sorpresa le había invadido... ¿Por qué le ofrecía ahora la escapatoría? Realmente aquél sujeto era alguien impredecible, a quien nunca estaría seguro de lo que fuese a hacer o decirle.

Sus pensamientos actuaron rápidamente, llenandose de ideas de sentido común, con las cuales estaban todos los deseos de salir. Debía obedecir, ésta era su oportunidad... Más su cuerpo seguía inherte, sin si quiera dar indicios de que fuese a moverse.

Su respiración se agitó más de lo que ya estaba, soltando un poco de su dulce aliento sobre el rostro del más alto. Las confusiones invadían su mente; Huír, eso era lo más acertado, darselas de fujitivo.

Los blanquesinos dientes del pequeño se apretaron contra el propio labio del mismo. Nunca había sentido dolor alguno en su vida. "Una enfermedad a las nervios, que bloquea el sentido del tacto". Era la justificación del porque ahora un pequeño hilito de sangre escurría desde la comisura de sus labios, y no había ninguna señal de dolor proviniente de éste.

La razón le dominó, actuando como se creía más propio. En un fugaz movimiento logró zafarse del chico, apareciendo casi en un pestañeo destrás de éste. Ahora era desición suya, tenía el camino libre... ¿Correr o quedarse quieto? Era como si su mente estuviese divida en los dos hemisferios. Donde en un lado estaba la razón y en el otro el instinto. Hiba a comenzar a dar pequeñas zanjadas para disponerse a correr y así... Escapar. Más se arrepintió de aquello... ¿Por qué? Era como si una oveja quisiese que se la comiera un lobo, desafiandole sin deseos de huir.

Sus pequeñas piernas mantuvieron una pose ligera y despreocupada, sin demostrar intenciones de alejarse si quiera unos pasos. Mientras sus brazos colgantes, finalizaban con sus manos entrelazadas entre sí. Y su tímida mirada recorría desde los pies del otro individuo, hasta su cabello, volviendo finalmente a sus fríos ojos.

El ver cómo un fino hilo de sangre descendía por los labios del gato contuvo la respiración, cómo si al oler aquello rojo con aroma metálico pudiese contener los deseos que habían albergado en él desde que a duras penas sus ojos se postraron en los del pequeño.

Por suerte, el mocoso logró safarse de si mismo, de quién atentaba no contra su seguridad, obvio no llegaría a alzarle la mano... Pero si contra el respeto que merecía. Quién sabía si tendría suficiente con el beso que anhelaba. Tan buen punto se percató de que el calor ajeno no estaba adherido a él se hizo hacía adelante y postró la frente contra la fría pared. Espera a escuchar la carrera del puro, el deseo de éste por liberarse de quién se hubo tomado confianzas con sólo un par de minutos cómo conocidos. Pero nada. No escuchó nada.

Sin lugar a dudas, el niño no se había movido, podía sentirlo, respirarlo. No se dio media vuelta, pero ambas manos buscaron el soporte que necesitaba de la pared. - ¿Qué haces? – Tensó la mandíbula y habló con evidente mal humor, por lo bajo, en un susurro que desconocía si llegaría a oídos del otro.

Se giró entonces, volviendo a mostrar su rostro a medio sanar aún y sus ropas con evidentes marcas de una pelea no muy lejana. Pronto, cómo si desde un principio se hubiesen estado buscando, sus luceros dieron con los del gato; Cálidos, expectantes... curiosamente, el miedo no residía en ellos, si no el nerviosismo.

Tendió una mano hacía él en un lento movimiento pero se detuvo antes de hacer lo deseado; Quitarle el rastrojo de sangre que se escurría por el mentón ajeno. Bajó la mano, rindiéndose a su mala idea. - ¿Es que quieres que te devore, gatito? -

La última pregunta quedó rondando en su mente, como si se tratase de un eco... ¿Qué era lo que debía sentir ante ello? ¿Miedo? ¿Temor? ¿Repugnancia? Porque si era algo así... En lo absoluto se parecía a lo que estaba sintiendo en ese preciso momento.

Bajó un tanto sus orejas, como un cachorro arrepentido, mientras las divagaciones invadían su mente... Era tanto pensar, en tan pocos segundos. Soltó un débil suspiro, sin dejar de mirarle.

- No -Contestó en seco, pero manteniendo su tono apaciguado.- Pero... Ta-Tampoco me quiero ir... -Agregó aún manteniendo aquél hábitual tono, y denotando su ingenuidad en su mirada, que aún así se mantenía seria.

¿Qué le podía decir al respecto? Realmente se le creería de loco, si quiera lo conocía como para darle esa clase de respuesta. Agregando que con el término referido del otro, es decir, "devorado", no es que le pudiese infundir suficiente confianza... ¿O sí?

Al analizar mejor su propia respuesta, sintió como un calor llegaba a su rostro. Ahora más encima se había avergonzado, pero es como podía decir algo de esa indole, nunca había sido directo para sus cosas... Más bien siempre se reservaba todo lo que pensase, por el miedo a no saber como reaccionaría la otra persona.

- E-Es que... Ellos... Pu-Pueden seguir afuera... -Trató de arreglar lo dicho, con una escusa barata, que si bien había sido la verdadera causante por la cual se encontró con el peliplateado, ahora en ese presiso instante ya no le daba la suficiente importancia.

Ellos. Claro. Sus labios adoptaron una sutil pero repelente sonrisa de esas que, obviamente, no suelen indicar nada bueno. Parecía que, según el mocoso, él no era tan de temer cómo aquello que le acechaba fuera de aquel olvidado baño. ¿Halago u insulto?. Él, todo un matón de la escuela, conocido por las palizas enmendadas, debía tomarse aquello cómo un insulto a su integridad?.

Se limitó a destensar su antes gesto depredador y por segunda vez, alzó la mano y la dirigió hacía el sendero carmesí que la sangre hizo sobre el mentón contrario. No. El rojo no quedaba bien con ése pulcro color de piel, en cambio, si le gustaba ver ése color en depende que pieles... Y que personas.

Su índice fue el primero en encontrarse con esa aún caliente sangre, y no dudó en retirarla con cariño, con cuidado. Sin embargo, seguía viéndole con ése mismo aire superior de antaño. Su sonrisa era cada vez más enferma y sus ojos a cada momento menos sobrios.

Necesitaba hacerlo. Pero el temor a comportarse cómo aquella a la que llamó madre y dañar al puro que tenía delante hizo que se olvidase de sus necesidades y retiró con ello la mano de la zona ya no ensangrentada. Ése dedo cubierto en la sustancia rojiza lo enderezó lo necesario para lamérselo, no fue un gesto obsceno, provocador o extraño; Simplemente, se retiró lo que pertenecía al otro.

Pasados segundos de abrumador silencio, observó de reojo la puerta. - ¿Te han hecho algo?. – No le gustaba dárselas de héroe, es más, por lo general el causante de toda disputa era él... Pero... Frunció el puente de la nariz con vital desagrado. Odiaba a ése niño, su esencia inocente, eso que extrañamente le hacía sentirse ligado a él.

El peliazabache quedó bastante atónito al sentir como el jóven deslizaba uno de sus dedos por donde yacía la herida, la que si quiera había notado que tenía, secando así la sangre derramada y luego lamiendola para limpiarse el correspondiente dígito.

Ante su pregunta no sabía muy bien que responderle, después de todo se suponía que el sujeto no era de confianza, refiriendose al caso de que era practicamente un desconocido del cual solo conocía su nombre... Con decir que hasta desconodía el apellido.

- No... No me han hecho nada... -Negó a la par con un movimiendo de cabeza, al tiempo que una sutil sonrisa nerviosa e inocente se dibujaba en sus labios, a la par que sus orejas se flectaban igual de ingenuas.- So-Sólo... No quiero estar cerca de ellos... No quiero conversar con ellos... -Agregó en voz baja, aunque gracias al vacío del baño, audible.

Era bastante ilógico su planteamiento. Después de todo se alejaba del grupo para no entablar relaciones... Y ahora estaba converzando con el más temido del instituto... ¿Quién le entendía? Ni él mismo lo hacía. Pero definitivamente un sector de su mente seguía dictando que era "mejor" estar con él, que con un grupo masivo de chicas chillonas que le llenaban de preguntas, y chicos que le molestaban y burlaban por su forma de ser. Al menos él... No era lo uno ni lo otro.

Enervó una ceja ante la explicación del más pequeño pero momentáneamente su mirada se postró en aquellas orejas, cuya procedencia de las propias fue arrebatada a la fuerza y sin ningún tipo de miramientos. Por un momento, la necesidad de volver a tocarlas, fuera o no con la lengua se hizo latente y desesperada. Pero no. No avanzó ni se movió de su posición.

Él tampoco gustaba de la gente de esa escuela. Chicas escandalosas, niños insanos. No había absolutamente nadie que se encontrase en su punto de gracia; Todos, tarde o temprano terminaban siendo carnaza para sus ahora por ahora, rasguñados puños. Por fin, su mirada decidió volver a la ambarina que tenía delante. Sonreía. Parecía casi una cosa foránea el hecho de que alguien le sonriera. Nunca lo hacían.

Suspiró largamente al tiempo que se pellizcaba a si mismo el puente de la nariz, dejando de portar ése aire tan amenazante contra el gato. Ése niño era definitivamente idiota. El más idiota del colegio. Un cuchicheo no muy lejano le indicó que aquellas de las que huía el menor seguían cerca, por lo que abandonarlo a su suerte fue algo que refutó tan buen punto se le pasó por la mente. ¿Hacer de niñera?. Torció el gesto al unísono que bajaba la mano de su propia cara y se centró nuevamente en el que tenía delante.

- Bien. – Fue lo único que se le ocurrió decir. Bien si era conocido por su mal temperamento, también lo era para definir a esa clase de personas que no soltaban más de dos locuciones seguidas.

Se le quedó mirando por largos segundos en silencio, pero con mayor inocencia... Aún no sabía si el susodicho había comprendido lo que le éste le había contado, sin embargo, con lo poco, y literalmente nada, que le conocía, asumió que si lo había hecho.

De pronto escuchó el resonar del timbre, elevando sus orejas a la par como antena parabólica, para así luego oír un tumulto de voces y griterios, obviamente todos regresaban a sus respectivas aulas de clase.

- No quiero ir... -Susurró sin más apoyandose de espaldas contra una de las puertas a los baños más pribados.

Lentamente se dejó caer, deslizandose de a poco, hasta finalmente quedar sentado sobre las frías baldosas del suelo, y sus rodillas flectadas hasta su abdomen, encorbando así un poco su espalda y rodeando con sus brazos sus piernas, a la par que posaba su mentón sobre las correspondientes rodillas.

Observaba con mirada ausente hacía donde se encontraba el jóven, con sus orejas un tanto más decaidas y un semblante aún más serio y melancolico del que siempre llevaba.

Luego de soltar un débil suspiro, alzó la vista, aún sin mayor vida, hasta los ojos grisaseos del dueño, éstos solo poseían un mínimo de brillo. Hasta que los mismos se alarmaron, abriendose de par en par al escuchar las palabras de un superior probeniente desde las afueras del baño "¿Hay alguien allí? ¡Deben dirigirse a clases!". Miró como sumplicante al peliplateado, en verdad que no tenía ganas de ingresar al salón. De a poco los pasos del superior se fueron acercando, aún no les veía, pero ya pronto lo haría.

¿Tenia miedo del colegio? ¿De la campana?. Parpadeó. Oh, bien. Pudiera ser que la inseguridad del gato residiera en aquellas aglomeraciones incontrolables. En el griterío de las chicas y en la poca delicadeza de los no puros. Observó cómo el otro se abrazaba a sus rodillas en un claro gesto de auto-protección. ¿Cómo iba a partir teniendo a ése niño rezando en silencio por paz?.

Cuando ambos ojos se cruzaron ante las palabras del maestro que estaba cercano comprendió la necesidad del niño. Era de esos que hablaban con la mirada, podía decirle todo con un mero encontronazo de ambos rostros. Eso le provocaba nauseas. Aún y así, acató la no hablada orden. ¡Qué mierda...!. chasqueó la lengua y se dirigió en silenciosas zancadas a la posición del de mirada ambarina para proceder a sujetarle de un brazo y con ello, alzarle sin ningún tipo de delicadeza.

Sólo le miró una vez. A modo de advertencia, no obstante. Debería permanecer callado si realmente no quería asistir. Abrió de un punta pie la puerta y tras bajar la tapadera del retrete le sentó allí, cuando lo hizo, cerró la puerta a sus espaldas, él sería el escudo si Haru así lo quería. Justo en ése momento hizo acto de presencia un profesor de mirada más bien inquisidora que le repasó de arriba a bajo.

- ¿Otra pelea? – Espetó.

- Otra pelea. – Encogió los hombros, viéndose de reojo en el espejo. Su labio tenía mejor aspecto, pero tenía rastrojos de sangre, no de la propia, si no de la que había arrebatado a Haru. – Pero... ¡Eh! Salí herido. -

Aguantó el chaparrón. Desde incompetente hasta delincuente, pasando siempre por líneas inconexas de explicación sobre el bien y el mal. Finalmente y cuando el profesor pareció quedar sin aliento, soltó un sarcástico bufido.

- Iré a clases cuando considere que tengo mejor aspecto, así sólo asustaré a los puros. -

- Se te ha dicho que no uses ése concepto con los... – Suspiró llamando así a la calma y con lentitud, se acarició el puente de la nariz, desacomodándose los anteojos de media luna que portaba. – Está bien. Ve a la enfermería si necesitas algo. – Giró con maestría sobre sus talones y fue dirigiéndose lentamente hacía la puerta.

En respuesta a su suplica silenciosa, el otro le tomó del brazo con algo de brusquedad, más no le dejo marcas en los brazos como siempre le ocurría debido a su delicada piel. Le encerró en el baño, sentandose en la tapa del retrete y viendo con suma inocencia cuando le cerraba la puerta.

Escuchó el regaño el maestro con atención, sintiendose bastante arrepentido de haberle usado de escudo. Bajando sus orejas como un pequeño cachorro, y entrecerrando sus ojos cargados de tristeza.

Al notar que el mastro ya se había ido, levantó una de sus piernas, empujando así la puerta correspondiente, para luego lentamente volverla a donde estaba, sin dejar en ningun instante de estar sentado en aquella tapa y en la misma posa, como le había dejado el peliplateado.

No elevó la vista en ningún instante, por lo cual no sabía si éste le estaba mirando o no, pero sí sabía que proseguía presente allí.

- L-Lo lamento... -Le pidió en un susurro de voz, casi quebrandose.- Te re-regañaron por mi culpa... -Agregó en un hilo de voz, aún con su vista gacha y entristecida.

Justo en el momento en el que escuchó el cerrarse la puerta con el profesor tras ella, se sorprendió al escuchar el pequeño empuje por parte de Haru, al girar se encontró con el neko con una pierna tendida hacía delante, mostrándole con ello lo que había utilizado para abrirla.

Enervó una ceja cuando escuchó la disculpa quebradiza por parte de aquel que por un momento ni se pensó en proteger y caminó hacía él con la amenaza tintada en su rostro. Odiaba ver las caras llorosas de los más pequeños. No era lastima o compasión, sencillamente, se veía reflejado en la angustia que mostraban. Cómo cuando él en su vez fue puro, el dolor, las voces llorosas...

Entró en el pequeño espacio dónde el otro proseguía sentado y se hizo hacía adelante, postrando una mano en la pared de atrás, acortando en su gesto las distancias entre su rostro y el del más pequeño, viéndole fijamente a los ojos. – No preguntes por qué. No busques razón lógica. – Respiró ahora del aire que expulsaba el adyacente, disfrutando internamente de las ráfagas de aire que la escasez de distancia le permitía saborear.

-Pero... – Miró significativamente los labios del de mirada ambarina, no tardando en dirigirse directamente hacía estos cómo si una especie de imán empujase su nuca hacía aquellos que desde un momento le habían llamado la atención. Los propios aún poseían un lamentable estado, por no decir que tenía la comisura partida por uno de los golpes atestados en la pelea anterior.